cual resultará que tendrémos que volvernos á nuestra humilde 
casa con los tiestos en la cabeza. 
Presumimos que nos va á suceder lo que á los monos de poco tiempo: 
se suben al árbol para coger cocos, y las más de las veces son 
aplastados por la misma fruta que quieren coger. 
Pero, en fin, lector mio, pecho al agua; vamos al maravilloso y 
estupendo Paris, á ese Paris que tantas veces habrá sonado en tus orejas,
en tu pensamiento, en tu corazon, en tu fantasía ... sobre todo en tu 
conciencia y en tu bolsillo. La ignorancia es muy atrevida, y lo suplirá 
todo. ¡Buen ánimo, lector! ¡vamos á Paris! 
Si vale juzgar por el plan que nos hemos formado anticipadamente, 
estos estudios comprenderán las siguientes séries. 
PARIS MORAL, PARIS CURIOSO, CONSIDERACIONES Y 
DESPEDIDA. 
El PARIS CURIOSO comprenderá una reseña histórica de Paris, 
monumentos, estadística y hechos notables, con una descripcion diaria 
de las impresiones que allí recibamos, y que trascribirémos al papel con 
la más escrupulosa fidelidad. 
A falta de otro mérito superior, la presente obra será notable por la 
expresion ingénua con que será escrita. Si hay algun aliño en lo que 
escribamos, será el que buenamente salga á nuestro encuentro. 
Nosotros no hemos de buscar otra cosa que procurar decir, en la forma 
más fácil, lo que veamos, lo que sintamos y lo que pensemos. 
 
INTRODUCCIÓN. 
¡Paris, fábula del mundo, fábula de tí propio; palacio por fuera, 
sepulcro por dentro, salve! 
Hace un mes que estamos en Paris mi mujer y yo. En este mes de 
noviciado y de aprendizaje, ¡cuántas cosas nos han sucedido! ¡cuántas 
sorpresas hemos llevado! Mi compañera y yo no hemos podido sacudir 
todavía la inevitable ofuscacion de las primeras impresiones, y estamos 
como sordos, y nos miramos con cierta expresion alelada. ¡Qué ruido! 
¡Qué tropel! ¡Qué infierno! Madrid no es más que un barrio de esta 
confusa y turbulenta Babilonia; no es más que un lienzo de este 
interminable panorama de sombras chinescas. 
Pero la narracion de las aventuras que nos han sucedido durante este 
mes, (¡qué mes, Dios mio!) toca al PARIS CURIOSO, y no debemos 
alterar el sistema que nos hemos propuesto seguir. Aquí sólo 
hablarémos del PARIS MORAL, cuyo punto nos ha parecido
conveniente tocar ante todo, correspondiendo á lo que de nosotros 
exige una necesidad de nuestro país. Francia tiende á absorbernos en 
todos sentidos, tambien en sentido moral, y no nos conformamos de 
ningun modo con que nos absorba en ciertas tendencias, ahora que 
sabemos y presenciamos lo que no sabiamos ni presenciábamos antes. 
Nos explicamos, con más ó menos dificultad, que nos ponga la ley con 
sus figurines, con sus modas, con sus jabones, sus pomadas, sus 
esencias y sus juguetes: nos explicamos sin violencia que nos ponga la 
ley con sus graciosísimos diges, con sus elegantísimas bicocas, con sus 
poéticos relumbrones, con sus cultísimas frivolidades: nos explicamos, 
gimiendo ó no gimiendo, que nos domine con sus tejidos, con sus 
ácidos, con sus instrumentos, con sus libros, con sus novelas, con sus 
dramas, hasta con su idioma: todo eso podemos explicarlo; pero no nos 
podemos explicar que deba ser nuestra dictadora en punto á costumbres. 
Contra semejante conato se levanta airado nuestro corazon. No 
reconocemos ese dominio, no admitimos esa tutela, no concedemos esa 
supremacía, por más que la organizacion exterior de las cosas nos 
deslumbre; por más que la cara postiza de que todos los hechos se 
revisten aquí, haga que confundamos el inocente arrullo de la tórtola 
con el canto agorero de la corneja. Aquí hay una cosa particular, 
indefinible, múltiple, casi infinita: una cosa que está en todas partes, 
que todo lo llena, que todo lo anima, que á todo de su forma y su rostro, 
como nuestro pié de su forma propia á nuestra pisada. Hay una cosa 
que nosotros llamamos _el palaustre francés_. Los franceses tienen un 
palaustre, con el cual adoban y alisan tan admirablemente la 
exterioridad de las cosas, la parte que se ve, lo que está por fuera, lo 
que produce en nuestros sentidos y en nuestra fantasía el primer efecto 
dramático: preparan tan deliciosamente las cosas con unos cuantos 
golpes de su portentoso palaustre, que aquí casi todo parece arte, 
cuando real y verdaderamente casi todo es un simple artificio. 
Traigamos á Paris cualquier cosa, una fruslería cualquiera, de España, 
de Italia, de Inglaterra, de Rusia, de Turquía, del Mogol; démosla á un 
francés, dejemos que el francés la lleve á su casa; que allí la componga, 
que la aliñe, que la lave la cara con su palaustre, y es bien seguro que 
la fruslería extranjera será en Paris una especie de mágia. Por dentro 
será fruslería, el interior estará vacío, _el precioso busto no tendrá 
seso_, como dice la fábula, pero lo de fuera será un    
    
		
	
	
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