Misericordia, by Benito Pérez 
Galdós 
 
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Title: Misericordia 
Author: Benito Pérez Galdós 
Release Date: June 14, 2007 [EBook #21831] 
Language: Spanish 
Character set encoding: ISO-8859-1 
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MISERICORDIA *** 
 
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Misericordia 
Benito Pérez Galdós
I 
Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián... 
mejor será decir la iglesia... dos caras que seguramente son más 
graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilándolos 
por la calle de Cañizares; con la otra al señorío mercantil de la Plaza 
del Ángel. Habréis notado en ambos rostros una fealdad risueña, del 
más puro Madrid, en quien el carácter arquitectónico y el moral se 
aúnan maravillosamente. En la cara del Sur campea, sobre una puerta 
chabacana, la imagen barroca del santo mártir, retorcida, en actitud más 
bien danzante que religiosa; en la del Norte, desnuda de ornatos, pobre 
y vulgar, se alza la torre, de la cual podría creerse que se pone en jarras, 
soltándole cuatro frescas a la Plaza del Ángel. Por una y otra banda, las 
caras o fachadas tienen anchuras, quiere decirse, patios cercados de 
verjas mohosas, y en ellos tiestos con lindos arbustos, y un mercadillo 
de flores que recrea la vista. En ninguna parte como aquí advertiréis el 
encanto, la simpatía, el ángel, dicho sea en andaluz, que despiden de sí, 
como tenue fragancia, las cosas vulgares, o algunas de las infinitas 
cosas vulgares que hay en el mundo. Feo y pedestre como un pliego de 
aleluyas o como los romances de ciego, el edificio bifronte, con su torre 
barbiana, el cupulín de la capilla de la Novena, los irregulares techos y 
cortados muros, con su afeite barato de ocre, sus patios floridos, sus 
hierros mohosos en la calle y en el alto campanario, ofrece un conjunto 
gracioso, picante, majo, por decirlo de una vez. Es un rinconcito de 
Madrid que debemos conservar cariñosamente, como anticuarios 
coleccionistas, porque la caricatura monumental también es un arte. 
Admiremos en este San Sebastián, heredado de los tiempos viejos, la 
estampa ridícula y tosca, y guardémoslo como un lindo mamarracho. 
Con tener honores de puerta principal, la del Sur es la menos favorecida 
de fieles en días ordinarios, mañana y tarde. Casi todo el señorío entra 
por la del Norte, que más parece puerta excusada o familiar. Y no 
necesitaremos hacer estadística de los feligreses que acuden al sagrado 
culto por una parte y otra, porque tenemos un contador infalible: los 
pobres. Mucho más numerosa y formidable que por el Sur es por el 
Norte la cuadrilla de miseria, que acecha el paso de la caridad, al modo 
de guardia de alcabaleros que cobra humanamente el portazgo en la
frontera de lo divino, o la contribución impuesta a las conciencias 
impuras que van a donde lavan. 
Los que hacen la guardia por el Norte ocupan distintos puestos en el 
patinillo y en las dos entradas de este por las calles de las Huertas y San 
Sebastián, y es tan estratégica su colocación, que no puede escaparse 
ningún feligrés como no entre en la iglesia por el tejado. En rigurosos 
días de invierno, la lluvia o el frío glacial no permiten a los intrépidos 
soldados de la miseria destacarse al aire libre (aunque los hay 
constituidos milagrosamente para aguantar a pie firme las inclemencias 
de la atmósfera), y se repliegan con buen orden al túnel o pasadizo que 
sirve de ingreso al templo parroquial, formando en dos alas a derecha e 
izquierda. Bien se comprende que con esta formidable ocupación del 
terreno y táctica exquisita, no se escapa un cristiano, y forzar el túnel 
no es menos difícil y glorioso que el memorable paso de las Termópilas. 
Entre ala derecha y ala izquierda, no baja de docena y media el 
aguerrido contingente, que componen ancianos audaces, indómitas 
viejas, ciegos machacones, reforzados por niños de una acometividad 
irresistible (entiéndase que se aplican estos términos al arte de la 
postulación), y allí se están desde que Dios amanece hasta la hora de 
comer, pues también aquel ejército se raciona metódicamente, para 
volver con nuevos bríos a la campaña de la tarde. Al caer de la noche, 
si no hay Novena con sermón, Santo Rosario con meditación y plática, 
o Adoración Nocturna, se retira el ejército, marchándose cada 
combatiente a su olivo con tardo paso. Ya le seguiremos en su 
interesante regreso al escondrijo donde mal vive. Por de pronto, 
observémosle en su rudo luchar por la pícara existencia,    
    
		
	
	
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