Contestaciones y Consideraciones | Page 3

Apolinario Mabini
Diciembre ��ltimo, en la parte que �� Filipinas concierne. Estamos convencidos de que todo esfuerzo que tienda �� interpretar sinceramente los sentimientos del pueblo filipino, para la mas acertada solucion del problema, constituye un servicio no solo �� Filipinas sino tambien �� los Estados Unidos de Am��rica.
Pero no olvidaremos nuestra situacion especial: no abusaremos de una libertad debida �� la generosidad de nuestros enemigos pol��ticos. Hablaremos, no como un mal llamado insurrecto, sino como un americanista que no ha dejado de ser filipino; hablaremos como un hombre racional que atiende, no solo �� las conveniencias del cuerpo, sino tambien �� las del esp��ritu; nos haremos eco fiel de la opinion publica menos dispuesta �� la guerra, sin predicar los ideales que hemos sostenido y seguimos sosteniendo �� impulsos de nuestras propias convicciones.
Asi no discutiremos la bondad y justicia del tratado de Paris; no demostraremos tampoco que la compra-venta de Colonias, practicada por las naciones civilizadas como un acto l��cito, es, como continuacion al por mayor del antiguo tr��fico de esclavos, contraria al derecho natural, ��nico fundamento y razon suficiente de la justicia de todas las leyes humanas. Solo haremos notar que el tratado de Paris lejos de aportar �� Am��rica, como algunos esperan tal vez, un inmenso mercado para sus productos y vasto campo de explotacion para sus Capitales, lo que ha hecho es enlazar fuertemente con el v��nculo de la solidaridad los sonrientes destinos de Am��rica con el porvenir precario �� incierto de Filipinas. De hoy mas los americanos tendr��n no poca parte en las alegr��as, tristezas, miserias y desdichas de los filipinos. ?Sabr��n los americanos apreciar con criterio desapasionado esta mancomunidad de suerte y sobre-llevar la pesada carga que les toca, con el esp��ritu digno de su raza y de sus tradiciones, parodiando al Presidente Mc-Kinley?
El Presidente hace mencion de un manifiesto que mand�� publicar �� la conclusion del Tratado de Paris anunciando �� los filipinos que "los americanos no hab��an venido en son de invasores y conquistadores, sino como amigos para protejer �� los naturales en sus casas, ocupaciones y derechos personales y religiosos." Acerca de este particular encontramos necesaria una explicacion. ?Se ha preguntado alguna vez al gobierno de los E.U. si exist��an, no ya el sagrado del domicilio filipino ni la libertad para el trabajo, sino cualquiera de los derechos personales y religiosos? Debemos advertir que nuestra casa, honor, hacienda y libertades �� derechos personales estaban, en tiempo de la dominacion espa?ola, �� merced de las facultades discrecionales y omn��modas del Gobernador general espa?ol en Filipinas; y por consiguiente no exist��an, como tampoco existen ahora. ?Han venido para establecerles? Entonces debieran declararlos y regularlos pr��viamente. ?Se trata de los derechos que todo hombre tiene por naturaleza con anterioridad �� toda ley humana? Miren lo que han hecho y continuan haciendo con los filipinos, comp��renlo con los principios proclamados en la declaracion de la Independencia de los E.U. y si no se dejan llevar de la pasion, comprender��n que ellos mismos han provocado la desconfianza en el ��nimo de los filipinos. Por otra parte, decir que los americanos no han venido como conquistadores, es confesar paladinamente que el Tratado de Paris y la soberan��a americana en Filipinas, �� menos que sean reconocidos expont��neamente por los filipinos, solo descansan en la RAZON DE LA FUERZA que las Potencias suelen bautizar con el nombre raro de DERECHO DE CONQUISTA.
Pasa luego el Mensaje �� decir que siniestras ambiciones de unos pocos jefes filipinos crearon, �� la llegada de la Comision americana en estas playas, una situacion llena de embarazos para los americanos y de fatales consecuencias para los filipinos; cuando el mas caracterizado de esos jefes, al principio de su vuelta de Hong-kong, solo aspiraba �� la liberacion de las Islas de la dominacion espa?ola. Nada diremos del primer extremo, porque de reputarlo, decir podr��an que escribimos en pr�� de los revolucionarios; solo indicaremos de paso que el informe de la Comision deja mucho que desear en punto �� imparcialidad, porque ha estado constantemente sometida al influjo de la excitacion producida por la ruptura de hostilidades. Admitiendo como cierto el segundo extremo, preguntaremos: el pueblo filipino, al cansarse del yugo espa?ol ?no podia tener otro objeto sino el de someterse �� otro yugo, �� aspiraba al mejoramiento de su condicion? Aun suponiendo al pueblo filipino en estado de barbarie destituido de toda cultura, no podriamos negarle la inclinacion natural �� una vida mejor, que encontramos hasta en los irracionales. Por otra parte es de suponer que el pueblo americano desea de veras el mejoramiento de los filipinos y no pretender�� imponerles un yugo tan duro como el anterior, limit��ndose �� acallar sus aspiraciones con promesas mel��fluas, porque es de suponer tambien que no querr�� renunciar al derecho de levantar su frente ante la civilizaci��n y la historia, ni renegar
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