Un faccioso más y algunos frailes menos

Benito Pérez Galdós
Un faccioso más y algunos frailes
menos, by

Benito Pérez Galdós
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Title: Un faccioso más y algunos frailes menos
Author: Benito Pérez Galdós

Release Date: January 2, 2006 [eBook #17443]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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FACCIOSO MáS Y ALGUNOS FRAILES MENOS***
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UN FACCIOSO MÁS Y ALGUNOS FRAILES MENOS
Episodios nacionales. Segunda serie; 20
Por
BENITO PÉREZ GALDÓS
Madrid
1884

-I-
El 16 de Octubre de aquel año (y los lectores del libro precedente saben
muy bien qué año era) fue un día que la historia no puede clasificar
entre los desgraciados ni tampoco entre los felices, por haber ocurrido
en él, juntamente con sucesos prósperos de esos que traen regocijo y
bienestar a las naciones, otros muy lamentables que de seguro habrían
afligido a todo el género humano si este hubiera tenido noticia de ellos.
No sabemos, pues, si batir palmas y cantar victoria o llorar a lágrima
viva, porque si bien es cierto que en aquel día terminó para siempre el
aborrecido poder de Calomarde, también lo es que nuestro buen amigo
D. Benigno padeció un accidente que puso en gran peligro su preciosa
existencia. Cómo sucedió esto es cosa que no se sabe a punto fijo. Unos
dicen que fue al subir al coche para marchar a Riofrío en expedición de
recreo; otros que la causa del percance fue un resbalón dado con muy

mala fortuna en día lluvioso, y Pipaón, que es buen testimonio para
todo lo que se refiere a la residencia del héroe de Boteros en la Granja,
asegura que cuando este supo la caída de Calomarde y la elevación de
D. José Cafranga a la poltrona de Gracia y Justicia, dio tan fuerte
brinco y manifestó su alegría en formas tan parecidas a las del arte de
los volatineros, que perdiendo el equilibrio y cayendo con pesadez y
estrépito se rompió una pierna. Pero no, no admitamos esta versión que
empequeñece a nuestro héroe haciéndole casquivano y pueril. El vuelco
de un detestable coche que iba a Segovia cuando había personas que
consentían en descalabrarse por ver un acueducto romano, una catedral
gótica y un alcázar arabesco, fue lo que puso a nuestro amigo en estado
de perecer. Y gracias que no hubo más percance que la pierna rota, el
cual fue en tan buenas condiciones y por tan buena parte, al decir de los
médicos, que el paciente debía estar muy satisfecho y alabar la
misericordia de Dios.
--Como todo es relativo en el mundo--decía Cordero en su lecho,
cuando se convenció de que su curación sería pronta y segura--,
romperse una pierna sola es mejor que romperse las dos, y así, Sr. de
Monsalud, yo estoy contentísimo, mayormente viendo que el pesado
negocio que me trajo a la Granja está ya resuelto, y que gracias a mi
amigo el gran D. José de Cafranga (que mil años viva) no tendré más
cuestiones con el hipogrifo, de D. Pedro Abarca (a quien vea yo sin
hueso sano). Dígame usted, amigo, ¿ha observado usted que en este
mundo pícaro, cien veces pícaro, no hay alegría que no venga
contrapesada con un dolor, ni dulzura que no traiga su acíbar? Pues
bien: todo no ha de ser malo. El contento que yo he tenido ¿no vale una
pierna? ¿Qué significa un hueso roto de fácil soldadura, en
comparación de las más puras satisfacciones del alma? Vengan averías
de este jaez y cáigame yo, aunque sea de lo alto del acueducto, con tal
que en proporción de los chichones y de las fracturas sean los gustos
del espíritu y los regocijos del corazón.
De esta manera un poco artificiosa y sutil se consolaba, y así, mientras
duró su enfermedad, apenas perdió el buen humor ni la paz y dulzura
de su condición sin igual. Deparole el cielo excelente compañía en
Salvador Monsalud, que, a pesar de haber despachado también

satisfactoriamente sus asuntos, no quiso salir de la Granja dejando solo
y postrado en la cama a su honrado amigo. La corte se marchó, los
cortesanos siguieron a la corte, el Real Sitio se quedó desierto, calladas
las fuentes, desiertas las alamedas. Empezaron a despojarse
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