Parnaso Filipino | Page 2

Eduardo Martin de la Camara
Manolo R��vago, en n��meros de pura ortodoxia; Juan Caro y Mora, Herm��genes Marc��, Isabelo de los Reyes, etc��tera, y ciertos bardos de ocasi��n aspirantes a la l��urea en los cert��menes patri��ticos y religiosos, mocer��o casi siempre adoctrinado en el "Ateneo" de la Compa?��a. Hasta 1898, a?o l��mite de nuestro se?or��o, fu�� me?ique la falange versificadora, ?Motivos? Retana aduce dos: la censura de imprenta y el desconocimiento del castellano literario por la mayor parte de los filipinos netos. Con la primera,--ejercida por funcionarios a tono con el ambiente, de patriotismo anquilosado, dignos de las covachuelas de Fernando VII,--sobra para justificar la inanidad del Arte egregio que no admite trabas ni menoscabos, s��lo germinante en la gleba arada con reja de libertad y de justicia.
[Nota 1: De la evoluci��n de la Literatura Castellana en?Filipinas.--Los Poetas.--Madrid, 1909.]
Cuanto a la propagaci��n del castellano, prueba Retana,?documentalmente, c��mo la coercieron los frailes--excepci��n los jesu��tas--contrariando esp��ritu y letra de sucesivas reales c��dulas metropolitanas. Cu��n poco vali�� la treta lo demuestra no haber finado 1898 sin que vieran la luz p��blica composiciones de los m��s altos metrificadores tagalos, Cecilio Ap��stol, Fernando M.a Guerrero y Jos�� Palma, seguramente florecidas en aquellos retirados cen��culos donde se hac��a literatura y revoluci��n.
?Est��n todos los que son y son todos los que est��n? Creemos sinceramente que s��. De los "inolvidables" no debe de faltar ninguno. Si se advierte llenura en la selecci��n, enti��ndase que el editor tiene sus exigencias y que este volumen ha de contar predeterminado n��mero de p��ginas. Por a?adidura, trat��ndose de exhumar una literatura in��dita para muchedumbre de espa?oles, pide la discreci��n entregar al lector los mayores elementos de juicio en cantidad y calidad.
Poetas se hallar��n capaces de medirse con los consagrados nuestros: tales Guerrero y Ap��stol. Rizal, Bernab��, Recto, Palma, Balmori, P��rez Tuells, Victoriano, Torres, Marfori, mu��stranse tambi��n versificadores de inspiraci��n y enjundia, sin desde?ar a los otros, ni a ninguno, como expl��citamente demuestra la recolecci��n de su cosecha pimplea. Pero no queremos trocar en ��ndice lo que es pr��logo. Adem��s, bueno es dejar un margen al leyente para que, con su propia solercia, espigue en el FLORILEGIO lo bello y lo galano.
La poes��a filipina, por la ��poca de su gestaci��n, brota--?en castellano!--algo hostil a la Metr��poli exdominadora. No pudi��ndose evitar el idioma, esqu��vanse los ��nicos razonables modelos, nuestros cl��sicos y nuestros modernos, yendo los bardos a beber las castalias aguas en los "parnasianos" y simbolistas franceses y en los modernistas hispano-americanos. En ��stos, singularmente. El azul y los lirios y rosas l��ricos de Rub��n coloran y perfuman la nueva poes��a ultramarina. Chispea el
"anillo de oro hecho pedazos,?que ya no es anillo, pero siempre es oro",
de Santos Chocano. ?Y cu��n equivocados los neo-versificadores, si as�� creyeron librarse de hispanismo! ?El autor de la Sonatina es poeta excelso porque hay muchos, muchos cl��sicos espa?oles en su educaci��n literaria; y Mallarm��, por s��lo citar un ejemplo, es chozno de G��ngora!...
Es poeta elegante y lapidario Cecilio Ap��stol, en cuyos n��meros campa serenidad cl��sica. Bebi�� el licor ��tico en b��caro franc��s, posibles divinos "alfareros" Moreas o Heredia, no nacidos en Francia.
Otro vate plenamente logrado es Fernando Mar��a Guerrero, "pr��ncipe de los l��ricos filipinos". En nuestra opini��n desautorizada es el exponente etnol��gico, el poeta malayo por excelencia, el que m��s hondamente siente su raza. En _Ilang-ilang, El Kundiman, A Filipinas, Bajo las ca?as_... vibra aquel alma tagala tan incomprendida, psiquis sin complicaciones ni morbosidades, primitiva, melanc��lica, paciente, siempre opresa y nost��lgica de libertad, nervea y con arrestos en las ocasiones altas.
Trasciende en Bernab��, con muy gallardas estrofas en su obra, la preparaci��n latina e hispano-cl��sica. Tambi��n en Pac��fico Victoriano y en Ram��n J. Torres, poetas vigorosos.
Recto--disc��pulo de Guerrero como Marfori--luce amplio l��xico, rico de color. Es l��rico verdadero. ?Si no se repitiera!
Palma, de estro enfermizo, fu�� delicado, noble y correcto.
Balmori es desigual. Tiene temperamento. Sabe decir muy bellamente..., cuando quiere.
P��rez Tuells ha de cuajarse. Ya da mucho. M��s promete.
En la lira femenina el cordaje m��s melodioso pertenece a Adelina Gurrea, toda sentimiento y emoci��n.
Y asombr��rase el leyente de que no haya aparecido todav��a el nombre del doctor Rizal, cuya soberana poes��a _Ultimo Adi��s_ ha recorrido el orbe. S��, Rizal fu�� poeta; pero secundariamente. Su rasgo?caracter��stico, bastante a obscurecer otras modalidades de su mentalidad, fu�� el de revolucionario: dentro de este amplio c��rculo est��n insertos el cient��fico, el literato y el pol��glota. Cultiv�� todas las artes bellas, pero siempre disfrazada de musa la obsesi��n de manumitir y dignificar a su patria. Como poeta, le superan Guerrero y Ap��stol.
En toda esa labor apolinea, aun sin cumplir--prescindiendo de los precursores--el cuarto de siglo de existencia, abundan inspiraciones gemelas: cantos a la patria, a la nacionalidad y la independencia, a los h��roes ep��nimos--Rizal, Mabini, Jacinto, Bonifacio--loanzas de lo aborigen... A las veces--?ay! con demasiada frecuencia,--y asombrados de discurrir sobre aquel brav��o paisaje, surgen "Mim��", los violines de Versalles
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