Memorias de un vigilante

José Alvarez

Memorias de un vigilante, by

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Title: Memorias de un vigilante
Author: Jos�� S. Alvarez (AKA Fray Mocho)
Release Date: October 14, 2006 [EBook #19543]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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MEMORIAS DE UN VIGILANTE
JOSE S. ALVAREZ (FRAY MOCHO)
ADMINISTRACI��N GENERAL
Buenos Aires
1920
* * * * *
FRAY MOCHO
MEMORIAS DE UN VIGILANTE I Dos palabras II En los umbrales de la vida III El vaiv��n de mundo IV De oruga mariposa V De paria a ciudadano VI El tufo porte?o VII Mosaico criollo VIII Los bocetos de un miope IX Cinemat��grafo X La linterna de Regnier XI Brochazos ministeriales XII Entretelones policiales XIII Siempre adelante XIV MUNDO LUNFARDO EN LA PUERTA DE LA CUEVA PERSPECTIVAS ENTRE LA CUEVA ELLAS ELLOS EL CAMPANA EL ARTE ES SUBLIME EL CAF�� DE CASSOULET EL BURRO DE CARGA LOS QUE CARGAN CON LA FAMA EL PANAL EN LA LENGUA NO LE SALV�� SER MINISTRO CUPIDO Y CACO EL PRIMER CLIENTE AL REVUELO XV LOS MISTERIOS DE BUENOS AIRES XVI EL HOMBRE PROVIDENCIAL NOTAS
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FRAY MOCHO
Jos�� S. Alvarez (Fray Mocho), naci�� en Gualeguaych��, Provincia de Entre R��os, el 26 de Agosto de 1858. Su temprana afici��n a observar los aspectos m��s pintorescos de la vida le encamin�� por el doble sendero del periodismo y de la investigaci��n policial. As��, entre cuartilla y cuartilla, lleg�� a ocupar el puesto de Comisario de Pesquisas en la Polic��a de Buenos Aires, que tanto se adaptaba a las modalidades de su esp��ritu curioso y novelesco.
En ese car��cter public�� (1887) su famosa Galer��a de ladrones de la capital, en 2 gruesos vol��menes, colecci��n de fotograf��as policiales comentadas con perspicacia; aunque esa obra ten��a un car��cter puramente t��cnico, Alvarez demostraba en las m��s nimias acotaciones esa extraordinaria agudeza de ingenio que m��s tarde floreci�� en sus leid��simos cuentos y en su inextinguible pasi��n de conversar.
En 1899 se asoci�� con Bartolito Mitre para fundar una revista ilustrada, que lleg�� a ser la popular��sima Caras y Caretas, hoy convertida en magna empresa que coopera al desenvolvimiento de las artes y las letras.
Su obra propiamente literaria consta de cinco libros, en los que supo sacar partido de sus cualidades de observador y de su estilo lleno de gracia picaresca. El "cuento de costumbres" lleg�� a ser su especialidad, en lo que tuvo muchos imitadores, sin ser igualado.
Su primer libro, Memorias de un vigilante (1897), vio la luz bajo el pseud��nimo de Fabio Carrizo; le siguieron Viaje al pa��s de los matreros (1897) y En el mar austral (1898). En el tercer aniversario de su muerte se reunieron sus cuentos, publicados en la revista Caras y Caretas, bajo el titulo Cuentos de Fray Mocho (1906). Otros no han sido publicados en libro y aparecer��n con el t��tulo Salero Criollo.
Falleci�� en Buenos Aires, el 23 de Agosto de 1903.

I
DOS PALABRAS
No abrigo la esperanza de que mis recuerdos lleguen a constituir un libro interesante; los he escrito en mis ratos de ocio y no tengo pretensiones de fil��sofo, ni de literato.
No obstante, creo que nadie que me lea perder�� su tiempo, pues, por lo menos, se distraer�� con casos y cosas que quiz��s habr�� mirado sin ver y que yo en el curso de mi vida me vi obligado a observar en raz��n de mi temperamento o de mis necesidades.

II
EN LOS UMBRALES DE LA VIDA
Mi nacimiento fue como el de tantos, un acontecimiento natural, de esos que con abrumadora monoton��a y constante regularidad se producen diariamente en los ranchos de nuestras campa?as desiertas.
Para mi padre, fui seguramente una boca m��s que alimentar, para mi madre, una preocupaci��n que se sumaba a las ocho iguales que ya ten��a, y para los perros de la casa y para los pajaritos del monte que nos rodeaba, una promesa segura de cascotazos y mortificaciones que comenzar��a a cumplirse dentro de los tres a?os de la fecha y durar��a hasta que los vientos de la vida me arrebataran, como a todos los congregados por la casualidad bajo aquel techo hospitalario.
Conclu��a quiz��s la primera d��cada de mi vida, cuando un buen d��a lleg�� a la casa una tropa de carros, que, desvi��ndose del camino que serpenteaba entre las cuchillas, all�� en la linde del monte, ven��a a campo traviesa buscando un vado en el arroyo, que disminu��a en una mitad el trecho a recorrer para llegar al pueblo m��s cercano.
El capataz habl�� con mi padre; y ��ste, de repente, me hizo se?as de que me acercara, y dijo:
--?Este es el muchacho!... Como obediente y humilde, no tiene
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