recobro su 
gesto inquisitorial, acogiendo con helada cortesia las grandes 
demostraciones de afecto del ingeniero. 
--Ha sido para mi una agradable sorpresa--dijo el joven--. Yo no sabia 
que estaban ustedes aqui.... 
Y por debajo de la naricita sonrosada de miss Margaret revoloteaba una 
sonrisa que parecia burlarse de tales palabras. 
Desde entonces, la majestuosa viuda empezo a pensar en lo urgente que 
era librarse de este aspirante a la dignidad de yerno suyo. La gallardia 
fisica del buen mozo, su aventura militar, que tanto entusiasmaba a las 
jovenes, y sus destrezas de danzarin, eran para la senora Haynes otros 
tantos titulos de incapacidad. 
Ella apreciaba en los hombres cualidades mas positivas. ?A cuanto 
ascendia su fortuna? ?Que es lo que habia hecho hasta entonces de 
serio en su existencia?... 
Era ingeniero; pero esto no representaba mas que un simple diploma 
universitario. Habia prestado sus servicios en unas cuantas fabricas, 
ganando lo preciso para vivir, y cuando llegaba el momento de la 
guerra, en vez de quedarse en America para trabajar en un gran centro 
industrial e inventar algo que le hiciese rico, preferia ser soldado, 
debiendo solo a un capricho de la suerte el no quedar tendido para
siempre sobre la tierra de Europa. 
Su marido habia sido otro hombre, y ella deseaba para Margaret un 
esposo igual, con una concepcion practica de la existencia, y que 
supiese aumentar los millones de la conyuge aportando nuevos 
millones producto de su trabajo. 
La viuda no ahorro medios para hacer ver al ingeniero su hostilidad. 
Evitaba ostensiblemente el invitarlo a sus fiestas; fingia no conocerle; 
estorbaba con frecuentes astucias que su hija pudiera encontrarse con 
el. 
Miss Margaret se mostraba triste cuando de tarde en tarde conseguia 
hablar con Edwin, lejos de la agresividad de su madre y de la 
animadversion de todas las familias amigas, igualmente hostiles a el. 
Un dia, Gillespie, con un esfuerzo supremo de su voluntad y mas 
conmovido que cuando avanzaba en Francia contra las trincheras 
alemanas, visito a la majestuosa viuda para manifestarle que Margaret y 
el se amaban y que solicitaba su mano. 
Aun se estremecia en el buque al recordar el tono glacial y cortante con 
que le habia contestado la senora. Su hija era heredera de una 
respetable fortuna, y bien merecia que su esposo aportase, cuando 
menos, otro tanto a la asociacion matrimonial. 
--Ademas--dijo la viuda--, yo deseo un yerno que sea persona seria y 
trabaje con provecho. Nunca me han gustado los hombres que pasan el 
tiempo sonando despiertos, leyendo libros o escribiendo cosas que nada 
producen. 
Gillespie tuvo que reconocer que la viuda estaba bien enterada de su 
existencia; tal vez por la indiscrecion de un amigo infiel, tal vez por las 
informaciones de algun detective particular. En realidad, este ingeniero 
era algo dado al ensueno, gustaba mucho de la lectura, y en sus cajones, 
junto con los planos y los calculos de su profesion, guardaba varios 
cuadernos de versos.
Margaret le amaba; pero el amor de una senorita de buena familia y 
excelente educacion, acostumbrada a las comodidades que proporciona 
una gran fortuna, debe tener sus limites forzosamente. No iba ella a 
abandonar a su madre y a renir con todas las familias amigas para 
casarse con un novio pobre, dedicado por completo a su amor e 
ignorante del camino que debia seguir en el presente momento. Estas 
resoluciones desesperadas solo se ven en las novelas. 
Tenia ademas cierta confianza en el porvenir y consideraba oportuno 
dejar pasar el tiempo. Su madre tal vez cediese al ver que transcurrian 
los anos sin que ella amase a otro hombre. Edwin podia estar seguro de 
su fidelidad. Mientras tanto, la Fortuna tal vez se fijase de pronto en 
Gillespie, como se habia fijado en mister Haynes. Acostumbrada a ver 
en los salones de su casa a muchos hombres que habian empezado su 
carrera siendo pobres y ahora eran millonarios, se imagino que esta era 
inevitablemente la historia de todos los humanos y que a Edwin le 
llegaria su turno. 
Pero la madre velaba, y corto con una energica resolucion esta rebeldia 
mansa. La senora y la senorita Haynes desaparecieron de su hotel. El 
ingeniero, despues de disimuladas averiguaciones entre las familias 
amigas de ellas residentes en Pasadena y en Los Angeles, llego a saber 
que se habian trasladado a San Francisco. Fue alla, y consiguio una 
tarde hablar con Margaret en el Gran Parque, cuando paseaba con su 
maestra de espanol. 
La entrevista resulto grata para el joven, porque le dio la seguridad de 
que Margaret le amaba siempre; mas no por eso saco de ella un 
resultado positivo. 
Miss Haynes era una buena hija y no se declararia nunca en rebelion 
contra su madre. Pero como en sus afectos solo podia mandar ella, juro 
a Edwin que le esperaria un ano, dos,    
    
		
	
	
	Continue reading on your phone by scaning this QR Code
	 	
	
	
	    Tip: The current page has been bookmarked automatically. If you wish to continue reading later, just open the 
Dertz Homepage, and click on the 'continue reading' link at the bottom of the page.