el caballero, saliendo de su 
meditación.--¡Cómo abundan los nombres poéticos en estos sitios tan 
feos! Desde que viajo por estas tierras, me sorprende la horrible ironía 
de los nombres. Tal sitio [25] que se distingue por su yermo aspecto y 
la desolada tristeza del negro paisaje, se llama Valleameno. Tal 
villorrio de adobes que miserablemente se extiende sobre un llano árido 
y que de diversos modos pregona su pobreza, tiene la insolencia de 
nombrarse Villarica; y hay un barranco pedregoso [30] y polvoriento, 
donde ni los cardos encuentran jugo, y que sin embargo se llama 
Valdeflores. ¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? 
¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que 
piedras y yerba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la Desolación 
y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que 6 parece ha 
recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. 
Palabras hermosas, realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían 
felices en este país, que [5] para la lengua es paraíso y para los ojos 
infierno. 
El Sr. Licurgo o no entendió las palabras del caballero Rey o no hizo 
caso de ellas. Cuando vadearon el río, que turbio y revuelto corría con 
impaciente precipitación, como si huyera de sus propias orillas, el 
labriego extendió el brazo [10] hacia unas tierras que a la siniestra
mano en grande y desnuda extensión se veían, y dijo: 
--Estos son los Alamillos de Bustamente. 
--¡Mis tierras!--exclamó con júbilo el caballero, tendiendo la vista por 
los tristes campos que alumbraban las [15] primeras luces de la 
mañana.--Es la primera vez que veo el patrimonio que heredé de mi 
madre. La pobre hacía tales ponderaciones de este país y me contaba 
tantas maravillas de él, que yo, siendo niño, creía que estar aquí era 
estar en la gloria. Frutas, flores, caza mayor y menor, [20] montes, 
lagos, ríos, poéticos arroyos, oteros pastoriles, todo lo había en los 
Alamillos de Bustamente, en esta tierra bendita, la mejor y más 
hermosa de todas las tierras.... ¡Qué demonio! La gente de este país 
vive con la imaginación. Si en mi niñez, y cuando vivía con las ideas y 
con [25] el entusiasmo de mi buena madre, me hubieran traído aquí, 
también me habrían parecido encantadores estos desnudos cerros, estos 
llanos polvorientos o encharcados, estas vetustas casas de labor, estas 
norias desvencijadas, cuyos cangilones lagrimean lo bastante para regar 
media docena de [30] coles, esta desolación miserable y perezosa que 
estoy mirando. 
--Es la mejor tierra del país--dijo el señor Licurgo--y para el garbanzo 
es de lo que no hay. 
--Pues lo celebro, porque desde que las heredé no me han producido un 
cuarto estas célebres tierras. 
El sabio legislador espartano se rascó la oreja y dió un 7 suspiro. 
--Pero me han dicho--continuó el caballero--que algunos propietarios 
colindantes han metido su arado en estos [5] grandes estados míos, y 
poco a poco me los van cercenando. Aquí no hay mojones, ni linderos, 
ni verdadera propiedad, Sr. Licurgo. 
El labriego, después de una pausa, durante la cual parecía ocupar su 
sutil espíritu en profundas disquisiciones, se expresó [10] de este modo: 
--El tío Pasolargo, a quien llamamos el Filósofo por su mucha
trastienda, metió el arado en los Alamillos por encima de la ermita, y 
roe que roe, se ha zampado seis fanegadas. 
--¡Qué incomparable escuela!--exclamó riendo el caballero. [15] 
--Apostaré que no ha sido ese el único... filósofo. 
--Bien dijo el otro, que quien las sabe las tañe, y si al palomar no le 
falta cebo no le faltarán palomas.... Pero usted, Sr. D. José, puede decir 
aquello de que el ojo del amo engorda la vaca, y ahora que está aquí ver 
de recobrar [20] su finca. 
--Quizás no sea tan fácil, Sr. Licurgo--repuso el caballero, a punto que 
entraban por una senda a cuyos lados se veían hermosos trigos que con 
su lozanía y temprana madurez recreaban la vista.--Este campo parece 
mejor cultivado. [25] Veo que no todo es tristeza y miseria en los 
Alamillos. 
El labriego puso cara de lástima, y afectando cierto desdén hacia los 
campos elogiados por el viajero, dijo en tono humildísimo: 
--Señor, esto es mío. 
[30] --Perdone usted--replicó vivamente el caballero--ya quería yo 
meter mi hoz en los estados de usted. Por lo visto, la filosofía aquí es 
contagiosa. 
Bajaron inmediatamente a una cañada, que era lecho de pobre y 
estancado arroyo, y pasado éste, entraron en un campo lleno de piedras, 
sin la más ligera muestra de vegetación. 8 --Esta tierra es muy 
mala--dijo el caballero, volviendo el rostro para mirar a su guía y 
compañero que se había [5] quedado un poco atrás.--Difícilmente podrá 
usted sacar partido de ella, porque todo es fango y arena. 
Licurgo, lleno de mansedumbre, contestó: 
--Esto... es de usted. 
--Veo que aquí todo    
    
		
	
	
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