Ariel, by José Enrique Rodó 
 
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Title: Ariel 
Author: José Enrique Rodó 
Release Date: October 5, 2007 [EBook #22899] 
Language: Spanish 
Character set encoding: ISO-8859-1 
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BREVIARIO DE LA JUVENTUD 
JOSÉ ENRIQUE RODÓ 
ARIEL 
1920
EDITORIAL CERVANTES 
VALENCIA--Colón, 52 
ES PROPIEDAD 
----Talleres de Tipografía 
LA GUTENBERG--Valencia 
Apoderado general en Sud-América: 
JOSÉ BLAYA 
Formosa, 463--BUENOS AIRES 
 
Aquella tarde, el viejo y venerado maestro, a quien solían llamar 
Próspero, por alusión al sabio mago de La Tempestad shakespiriana, se 
despedía de sus jóvenes discípulos, pasado un año de tareas, 
congregándolos una vez más a su alrededor. 
Ya habían llegado ellos a la amplia sala de estudios, en la que un gusto 
delicado y severo esmerábase por todas partes en honrar la noble 
presencia de los libros, fieles compañeros de Próspero. Dominaba en la 
sala--como numen de su ambiente sereno--un bronce primoroso que 
figuraba al ARIEL de La Tempestad. Junto a este bronce se sentaba 
habitualmente el maestro, y por ello le llamaban con el nombre del 
mago a quien sirve y favorece en el drama el fantástico personaje que 
había interpretado el escultor. Quizá en su enseñanza y su carácter 
había, para el nombre, una razón y un sentido más profundos. 
Ariel, genio del aire, representa, en el simbolismo de la obra de 
Shakespeare, la parte noble y alada del espíritu. Ariel es el imperio de 
la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; 
es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la 
espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia, el 
término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el
hombre superior los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de 
sensualidad y de torpeza, con el cincel perseverante de la vida. 
La estatua, de arte real, reproducía al genio aéreo en el instante en que, 
libertado por la magia de Próspero, va a lanzarse a los aires para 
desvanecerse en un lampo. Despegadas las alas; suelta y flotante la leve 
vestidura, que la caricia de la luz en el bronce damasquinaba de oro; 
erguida la amplia frente; entreabiertos los labios por una serena sonrisa, 
todo en la actitud de Ariel acusaba admirablemente el gracioso 
arranque del vuelo; y con inspiración dichosa, el arte que había dado 
firmeza escultural a su imagen, había acertado a conservar en ella, al 
mismo tiempo, la apariencia seráfica y la levedad ideal. 
Próspero acarició, meditando, la frente de la estatua; dispuso luego al 
grupo juvenil en torno suyo; y con su firme voz--voz magistral que 
tenía para fijar la idea e insinuarse en las profundidades del espíritu, 
bien la esclarecedora penetración del rayo de luz, bien el golpe incisivo 
del cincel en el mármol, bien el toque impregnante del pincel en el 
lienzo o de la onda en la arena--comenzó a decir, frente a una atención 
afectuosa: 
* * * 
Junto a la estatua que habéis visto presidir, cada tarde, nuestros 
coloquios de amigos, en los que he procurado despojar a la enseñanza 
de toda ingrata austeridad, voy a hablaros de nuevo, para que sea 
nuestra despedida como el sello estampado en un convenio de 
sentimientos y de ideas. 
Invoco a ARIEL como mi numen. Quisiera ahora para mi palabra la 
más suave y persuasiva unción que ella haya tenido jamás. Pienso que 
hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos, cualesquiera que 
sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también que el espíritu 
de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra 
oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal 
vegetación. 
Anhelo colaborar en una página del programa que, al prepararos a
respirar el aire libre de la acción, formularéis, sin duda, en la intimidad 
de vuestro espíritu, para ceñir a él vuestra personalidad moral y vuestro 
esfuerzo. Este programa propio--que algunas veces se formula y escribe; 
que se reserva otras para ser revelado en el mismo transcurso de la 
acción--, no falta nunca en el espíritu de las agrupaciones y los pueblos 
que son algo más que muchedumbres. Si con relación a la escuela de la 
voluntad individual, pudo Goethe decir profundamente que sólo es 
digno de la libertad y la vida quien es capaz de conquistarlas día a día 
para sí, con tanta más razón podría decirse que el honor de cada 
generación humana exige    
    
		
	
	
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