An Elementary Spanish Reader | Page 9

Earl Stanley Harrison
vio que no pod��a obtener la promesa deseada, 20 mand�� que aprisionasen al arquitecto. Despu��s de esto, le sacaron los ojos, para que no pudiera dirigir ninguna otra obra; le cortaron los brazos, para que no pudiera trazar los planos; y tambi��n le cortaron la lengua, para que no pudiera comunicar a nadie sus conocimientos. Pero le di�� el rey 25 habitaci��n en el palacio y grandes riquezas. Todos los d��as estaba sentado el arquitecto a la mesa del rey. Los criados ten��an que darle de comer porque no ten��a brazos. As�� estuvo viviendo de esa manera hasta que muri��.
Sobre los peque?os pilares que forman la cornisa del palacio 30 se puede ver el busto de un hombre. Como todos los bustos, no tiene ni brazos ni ojos. Seg��n el pueblo este busto es la efigie del arquitecto que dirigi�� la erecci��n del palacio. Se cree que el rey lo puso all�� para honrarle en muerte.
[Illustration]

LAS METAMORFOSIS DEL PICAPEDRERO
Hab��a una vez un hombre que cortaba piedras de una roca. Su trabajo era largo y penoso, y muy mezquino en su salario, por lo que suspiraba tristemente. Un d��a, cansado de su ruda tarea, exclam��:
--?Oh! ?Por qu�� no ser�� yo bastante rico para pasar la 5 vida tumbado sobre un blando lecho, provisto de cortinas que me libren de los mosquitos?
Entonces un ��ngel descendi�� del Cielo y le dijo:
--Que tu deseo sea satisfecho.
Y el hombre fue rico, y reposaba en blando lecho, provisto 10 de cortinas de seda roja. Pero he aqu�� que el Rey de aquel pa��s llega en su magn��fica carroza, precedido y seguido de lujosos caballeros y rodeado de servidores que sostienen una sombrilla de oro sobre su cabeza.
El rico se sinti�� entristecido por este espect��culo y dijo 15 suspirando:
--?Oh, si yo pudiera ser rey!
Y el ��ngel descendi�� del Cielo, y le dijo:
--?Que tu deseo sea satisfecho!
El hombre fue Rey y se paseaba en una magn��fica carroza 20 precedida y seguida de lujosos caballeros, y le rodeaban servidores que sosten��an sobre su cabeza la sombrilla de oro.
El Sol brillaba de tal modo que sus rayos quemaban la hierba. El Rey se abrasaba de calor y dec��a que quer��a ser c��mo el hermoso astro. 25
Y el ��ngel descendiendo del Cielo le dijo:
--?Que tu deseo sea satisfecho!
Y el Rey fue transformado en Sol, y sus rayos se derramaban sobre la tierra, abrasando las hierbecillas y haciendo brotar el sudor del rostro de los Reyes. Pero una nube se eleva en los 30 aires y tapa su luz. El Sol se irrita al ver su poder menospreciado y grita que se cambiar��a por la nube.
Y el ��ngel desciende del Cielo y le dice:
--?Que tu deseo sea satisfecho!
Y el Sol se convierte en nube que sombra a la tierra, y las 35 hierbecillas reverdecen.
Y la nube se abri�� y de sus flancos corrieron torrentes de agua que inundaron los valles, devastaron las mieses y ahogaron las bestias; pero nada pod��an contra una roca, a pesar de embestirla el oleaje por todos lados. 40
Entonces grit�� la nube:
--Esa roca es m��s poderosa que yo; quisiera ser roca.
Y el ��ngel desciende del Cielo y le dice:
--?Que tu deseo sea satisfecho!
Y la nube fue convertida en roca, y ni el ardor del Sol, ni la 45 violencia de las lluvias pod��an conmoverla. Pero llega un obrero que comienza a golpearla, haci��ndola pedazos con su martillo, y la roca exclama:
--Este obrero es m��s poderoso que yo; ?Quisiera ser este obrero! 50
Y el ��ngel desciende del Cielo y le dice:
--?Que tu deseo sea satisfecho!
Y el pobre hombre, transformado tantas veces, vuelve a ser el picapedrero que trabaja rudamente por un mezquino salario y vive al d��a contento con su suerte. 55

EL CABALLO DE ALIATAR
D. Pedro G��mez de Aguilar ten��a una magn��fica finca cerca de la ciudad de Cabra. Un d��a del mes de noviembre le avisaron que sus colonos hab��an abandonado la finca a causa de una invasi��n de los moros. D. Pedro no pod��a creer las noticias y sin decir nada a sus hijos, mont�� a caballo y se fue 5 a la finca para informarse del suceso.
Llov��a a c��ntaros y no vio a nadie en el camino. Al llegar a su finca no vio a nadie tampoco y cre��a que ya se hab��an ido los moros.
Algunos momentos despu��s se vio rodeado de cuarenta de 10 ellos a las ��rdenes del famoso alcaide de Loja, Aliatar. La resistencia y la fuga eran imposibles. G��mez de Aguilar ten��a que rendirse.
--?D��nde est��n sus hijos?--pregunt�� Aliatar a D. Pedro.
--He venido solo, porque no pod��a creer que se atreviese 15 Vd. a llegar hasta aqu��.
Sonri�� el viejo alcaide, ense?ando unos dientes todav��a blancos y replic��:
--Me hab��an ponderado mucho su finca y ten��a deseos de conocerla. Pero como sus colonos habr��n dado la alarma, 20 vamos ahora hacia Carcabuey y es preciso
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