Morsamor

Juan Valera
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Morsamor

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Title: Morsamor peregrinaciones heroicas y lances de amor y fortuna
de Miguel de Zuheros y Tiburcio de Simahonda
Author: Juan Valera
Release Date: December 31, 2005 [EBook #17430]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
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MORSAMOR ***

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Morsamor: peregrinaciones heroicas y lances de amor y fortuna de
Miguel de Zuheros y Tiburcio de Simahonda

Por
Juan Valera
Librería de Fernando Fé
Madrid
1899

Al Excmo. Sr. Conde de Casa Valencia
Mi querido primo: Para distraer mis penas egoístas al considerarme tan
viejo y tan quebrantado de salud, y mis penas patrióticas al considerar a
España tan abatida, he soltado el freno a la imaginación, que no le tuvo
nunca muy firme, y la he echado a volar por esos mundos de Dios, para
escribir la novela que te dedico.
Tomando por lo serio algunos preceptos irónicos de don Leandro
Fernández de Moratín, en su _Lección poética_, he puesto en mi libro
cuanto se ha presentado a mi memoria de lo que he oído o leído en
alabanza de una época muy distinta de la presente, cuando era España
la primera nación de Europa. Así he procurado consolarme de que hoy
no lo sea, si bien escribiendo la más antimoratinesca de mis
composiciones literarias. Bien puedo asegurar que hay en ella
Cuanto puede hacinar la fantasía, en concebir delirios eminente: magia,
blasón, alquimia, teosofía, náutica, bellas artes, oratoria, brahmánica y
gentil mitología, sacra, profana, universal historia
Y otras mil curiosidades.
Si a pesar de tanta riqueza de ingredientes el pasto espiritual que doy al
público resulta desabrido o empalagoso, no te negaré que he de
afligirme, pero me servirá de consuelo lo inocente de mi trabajo. Nada
más inocente que componer un libro de entretenimiento aunque no
entretenga. Con no leerle evitará toda persona discreta el mal que

involuntariamente pudiera yo causarle. Yo no trato de enseñar nada ni
de probar nada. Si alguien deduce consecuencias o moralejas de la
lectura de este libro, él, y no yo, será responsable de ellas. Yo sólo
pretendo divertir un rato a quien me lea, dejando a los sabios enseñar y
adoctrinar a sus semejantes, y dejando a nuestros hombres políticos la
difícil tarea de regenerarnos y de sacarnos del atolladero en que nos
hemos metido.
He de confesarte, sin embargo, que a veces tengo yo pensamientos algo
presuntuosos, porque creo que el mejor modo de obtener la
regeneración de que tanto se habla, es entretenerse en los ratos de ocio
contando cuentos, aunque sean poco divertidos, y no pensar en barcos
nuevos, ni en fortificaciones, ni en tener sino muy pocos soldados,
hasta que seamos ricos, indispensable condición en el día para ser
fuertes. Ser fuertes en el día es cuestión de lujo. Seamos pues débiles e
inermes mientras que no podemos ser lujosos. Imitemos a Don Quijote,
cuando quiso hacerse pastor después de vencido por el Caballero de la
Blanca Luna. Mientras que unos esquilan las ovejas y mientras que
otros recogen la leche en colodras y hacen requesones y quesos,
aumentando así la riqueza individual, y por consiguiente, la colectiva,
nosotros, o al menos yo, incapacitados por la vejez para tan útiles
operaciones, empleémonos en tocar la churumbela, el violón u otro
instrumento pastoril para que se recreen las ovejas.
De pacer olvidadas escuchando
o quizás consolándose de que poco o nada les dejen que pacer los
rabadanes. A fin de vivir contentos en esta forzosa Arcadia, recordemos
vuestras pasadas glorias, no superadas aún por los pueblos más
pujantes y engreídos que hay ahora en el mundo, y compongamos, con
dichos recuerdos y con el buen humor que no debe abandonarnos,
historias como la que yo te ofrezco, la cual, si no es amena, es por su
benigna y candorosa intención, digna de todo aplauso. Date tú el tuyo,
defiéndeme con indulgente habilidad de los que me censuren y créeme
siempre tu afectísimo amigo y pariente,
Juan Valera

En el claustro

-I-
En el primer tercio del siglo XVI, y en un convento de frailes
franciscanos, situado no lejos de la ciudad de Sevilla, casi en la margen
del Guadalquivir y en soledad amena, vivía un buen religioso profeso,
llamado Fray Miguel de Zuheros, probablemente porque era natural de
la enriscada y pequeña villa de dicho nombre.
No era el Padre alto ni bajo, ni delgado ni grueso. Y como no
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